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05 julio, 2017

La peste civil

El militarismo es más peligroso cuando es civil
MANUEL CABALLERO |  EL UNIVERSAL / 7 -11 -2.010

En 1992, un grupo de militares se alzaron en armas contra un Gobierno constitucional; son derrotados (por paliza y por las armas) gracias a la acción del resto de los militares leales a su juramento. En 1998, los civiles eligen Presidente de la República al jefe de aquellos militares felones. 


Para quien ha titulado, como yo lo he hecho, La peste militar a una colección de artículos y ensayos sobre la situación actual, podría sonar como que estoy cambiando mi fusil de hombro, que comienzo a adorar lo que ayer aborrecí. A quienes así piensan, diré en mi descargo que esa frase no es invención mía sino retrato de la realidad. Pero eso me da pie para precisar una vez más mi posición. Lo cual me permite afirmar que entre lo dicho en aquel libro (o aquel título) y lo que digo ahora, no es un cambio: es exactamente lo mismo.

Letra por letra
Dije entonces lo siguiente: "Para evitar que lo que sigue se pueda tomar como un desahogo, un vaciamiento de humores o una catarsis antimilitarista, es conveniente precisar que, en el titular como por lo demás en el resto de este escrito, el acento debe ponerse en lo de ; tal como durante varios siglos, a la más conocida de las enfermedades venéreas se le conoció como "mal francés" y también como "mal napolitano": no significaba eso que todos los franceses (o todos los napolitanos) la padeciesen, sino que de allí provenía. De la misma manera, cuando hablamos de la "peste militar" que hoy se ha extendido, por la suciedad y la falta de vacunas, sobre este desgraciado país, no queremos decir que todos los militares la padezcan, sino que ha contaminado a fondo la sangre de nuestros gobernantes y, lo que es peor, de una parte nada desdeñable (en el mejor de los casos la mitad) de la sociedad. peste

La peste militar puede ser definida como se suele hacer con el cáncer: unas células al principio normales que empiezan a crecer sin control alguno, matando o dañando las células sanas del organismo.

Consecuencias mortales
"En el ámbito social, con las mismas consecuencias mortales que en el cuerpo humano. Es así como la disciplina y el don de mando, los cuales en el individuo y en el cuerpo social no tienen por qué ser cualidades negativas, se convierten en mandonería. Cierto, hay un terreno abonado para el crecimiento de semejante perversión: la estructura de las fuerzas armadas es antidemocrática. Lo es por ese sometimiento de los estratos inferiores a los superiores, esa obediencia que ya hasta los propios jesuitas parecen haber abandonado o por lo menos mitigado. Pero eso puede ser contenido, y de hecho lo ha sido en todos los ejércitos modernos, y en Venezuela durante los cuarenta años influidos por la filosofía del Pacto de Punto Fijo. De dos maneras: con controles internos y externos. De ellos, los más importantes son estos últimos, que se pueden resumir en la idea del sometimiento militar al poder civil"perinde ac cadaver.

Eso es todo. Queda bien claro que para mí, la peste militar no es la Fuerza Armada, sino el militarismo.

El peligroso contagio
Pero el problema no se queda allí. La peste militar sigue siendo muy peligrosa, casi mortal, cuando se contagia a la población civil. Y esa es nuestra desgracia: aquí no son militaristas sólo militares, sino también, y acaso sobre todo, una no escasa parte de la población civil, cualquiera que sea su ámbito social, sea hoy del Gobierno o de la oposición. Voy a repetir aquí algo que he dicho hasta el aburrimiento, con el subsecuente rechinar de dientes de mis amigos, y de todos los bobos que se creen el cuento adulador de que "el pueblo nunca se equivoca". Aquí va: una parte nada desdeñable de quienes votaron por Chávez en 1998, que siguen votando hoy y lo seguirán haciendo, no lo hizo por voto castigo, por frustración, por miseria, por hartazgo de la "vieja política" (aunque también), sino porque quería una dictadura. Una dictadura militar, valga el pleonasmo.

Hay muchas razones para ello, pero por cuestión de espacio me limitaré a tres. La primera es largamente heredada; la segunda también, pero en un ámbito más reducido.

Dios Nuestro Señor
La primera es de origen religioso, y es inútil tratar de combatirla. Frente a su debilidad e impotencia, el ser humano tiende a confiarse en que la solución le venga del Cielo. Pero como Dios Nuestro Señor no está realmente interesado en estas peleítas nuestras, pues que venga de las estrellas. De las que brillan en los hombros de un uniforme; militar, preferiblemente.

Lo segundo es que el mundo ha conocido miles de años de gobiernos autoritarios y apenas doscientos años de la invención de la democracia. En la historia venezolana, en quinientos años, son cuatrocientos treinta de la primera y apenas setenta y pico de la segunda, a partir del 14 de febrero de 1936. Eso deja un poso, un residuo autoritario, en la mentalidad nacional, popular o elitesca.

Por último, con la complicidad de una historiografía aduladora o mercenaria, han hecho creer que la historia de Venezuela es "un legado de glorias militares", a comenzar por la exaltación del Bolívar militar.

Olvidando que el Libertador fue también el primer constitucionalista de Venezuela; redactó al menos cinco constituciones. No "libertó cinco naciones" con su espada, sino que quiso crear cinco repúblicas. ¿Es todo eso curable? Se nos acabó la cuartilla.