Por Miguel Matos s.j
Admitiendo la opinión según la
cual ya estamos saturándonos y cansándonos de diagnósticos y de superlativos,
me atrevo a intentar la explicación a ese comportamiento emblemático del sector
más agredido por la crisis. Esa resignación, ese miedo, pesimismo, esa especie
de claudicación ante la humillación del “bozal de arepa”, ese craso
pragmatismo, esas esperanzas confusas, todo esto tiene que ser interpretado por
quien quiera incidir en la tarea de nuestra recuperación. Estas Navidades nos
están dando numerosos insumos para esta interpretación.
Se trata de que los jerarcas del proceso han descubierto que
la inoculación del sentimiento de dependencia agónica ante los poderes, lejos
de estimular una explicable indignación reactiva en el afectado, más bien va
corroyendo progresivamente el sentido de esa elemental dignidad,
ubicándolo en el estado de un mendigo atrapado enteramente en la dinámica
del “te voy regalando migajas y tú en pago me entregas tu alma”.
El ejemplo más evidente lo tenemos en la entronización
descarada del vergonzoso “carnet de la patria”. Este se encarga de ofrecer el
derecho a recibir la dádiva, al tiempo que condena a la absoluta intemperie e
indefensión a los ciudadanos que se atrevan a no carnetizarse.
Pero esta situación
configura un cuadro en el que el afectado visualiza al
gobierno como el único capaz de salvarlo, a base de repartir migajas, de
la tragedia de su hambruna. Es una especie de “Síndrome de Estocolmo” en el que
el torturado termina identificándose con el torturador.
Nada más oportuno a favor del Gobierno en la coyuntura
electoral que se nos avecina.
Esa hambruna deliberadamente
provocada ha preparado el terreno para algo que, hasta hace muy poco se
consideraba como un inimaginable despropósito como es la candidatura de Nicolás
Maduro para las elecciones del 2018. Si esta hambruna ha logrado posesionar a
Maduro, para un grueso de la población, como la única tabla de salvación a base
de unas dádivas deliberadamente dosificadas, es obvio que el proceso lo
visualice como la opción en la que se refugiarán los empobrecidos.
En este horizonte preelectoral la
oposición tendrá que conseguir un candidato que, por un lado, compita, en su
mismo terreno, con el populismo de Maduro, que ha sido inoculado tan
radicalmente en el pueblo, y por otro lado, se visualice como el sujeto que
reúna los recursos humanos y materiales necesario para el arranque de esa
batalla ciclópea contra las raíces de la tragedia que nos asesina.
No se olvide que la imposición de esa hambruna
deliberadamente provocada es una variante real de lo que se conoce como un
genocidio por sus efectos de deterioro y muerte de los afectados. Nada más
equiparable a un delito de lesa humanidad.
Dios quiera que sucedan cosas que
acorten el espacio entre la tragedia y su superación. Que no se apague nuestra
esperanza y que, a pesar de todo, tengamos unas cristianas navidades.
FELICES PASCUAS…!