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23 marzo, 2018

El callejón de los niños atrapados por la trata en Tánger



El reportero recorre los 'agujeros negros' de la prostitución infantil en Tánger, un fenómeno nacional que en la ciudad es más visible por el aumento de niños de la calle que quieren emigrar
Madrugada del 9 de diciembre de 2017. Plaza del Petit Socco de Tánger. En los callejones que bajan hasta el puerto se escucha el fuerte ruido de fondo del cierre de los telares. Sólo quedan hombres en las calles. Un chico marroquí, vestido con un viejo chándal azul, murmulla bajo y en perfecto español las siguientes palabras: "Si no quieres hachís ni cocaína... ¿Te gusta follar? ¿Te gustan los jovencitos? Aquí vienen muchos europeos buscando niños". Es la cuarta noche seguida que se acerca. Las primeras veces sólo ofrecía hachís y cocaína. Un par de meses antes, a pocos metros de ese callejón, la policía detuvo a un ex sacerdote y profesor norteamericano que pagaba 50 euros a niños de 11 años que duermen en la calle a cambio de mantener relaciones sexuales. Se llama Arthur Perrault y se había fugado hace 25 años de Alburquerque. La Interpol le buscaba por abusar sexualmente en su país de 36 monaguillos menores de edad.

Madrugada del 14 de enero de 2018. Habitación de 40 dirhams la noche (cuatro euros) en una pensión en la parte trasera del mercadillo tangerino. Desde la ventana se aprecia el continuo tránsito de niños y adolescentes, casi todos están colocados a esas horas por el pegamento -disolvente de pintura dentro de una pequeña bolsa de plástico- que llevan esnifando todo el día. Pasan por el callejón dos hombres conversando en francés. Se detienen a hablar, mediante señas, con tres menores.
El hombre más alto entra en la pensión acompañado por uno de los críos. No tiene más de 14 años. Casi 40 minutos después, el menor sale sólo de la pensión, se sienta en el suelo y empieza a esnifar la bolsa con pegamento que guarda en uno de los bolsillos de su pantalón roto. A su lado pasa otro hombre, que lo coge de la mano y ambos desaparecen al girar la esquina.
Madrugada del 11 de febrero de 2018. Ya van 12 noches repartidas en tres meses pasando a la misma hora por el mismo sitio; viendo las horribles e impunes escenas una y otra vez desde las ventanas de las habitaciones de tres pensiones diferentes. Un hombre, que vende cigarrillos en un puesto a la entrada del callejón, confirma lo que ya estaba confirmado. "Buscas chicos, ¿verdad? A estas horas todos buscáis un culo y heroína. Por 30 euros tienes ambas cosas. ¿Te gustan pequeños? Hay alguno que tiene ocho años y está tan drogado que no se entera de nada".
No ha sido fácil escribir estas líneas. Si que lo ha sido dejar de contar otras situaciones más duras en las que el alma se rompe al ver como es tan sencillo robar la infancia a un niño. No existen palabras objetivas para describir la cara del monstruo que ofrece tener relaciones sexuales con un crío de ocho años por 30 euros. Si que las hay para hablar de Marruecos como un país donde, a día de hoy, la trata y la explotación sexual de menores de edad está presente en varias regiones. Prácticamente, cada semana, sale en la prensa local algún nuevo caso de pedofilia, muchos protagonizados por hombres extranjeros.
Van a por los débiles
"La explotación sexual de menores se ha convertido en un gran fenómeno en Marruecos, un gran refugio de pederastas", denuncia Med B., coordinador en la región Tánger-Tetuán de la asociación marroquí No toques a mi Hijo, que llevan 14 años destapando e investigando casos de prostitución infantil y abuso de menores en las calles del reino alauí. Med añade que la situación es especialmente delicada en ciudades como Tánger, donde cada vez hay más menores que viven en las calles (alrededor de 200). Son chavales en tránsito, nacidos en zonas rurales del país, con la única idea de emigrar hacia Europa, tomando España como primera parada. Ellos son los que cruzan cada semana a la península escondidos en los bajos de los camiones que van en los ferrys o en pateras hasta las costas andaluzas. También son los más vulnerables frente a los pederastas y violadores.
El investigador y arabista José Carlos Cabrera ha estado los últimos años trabajando como mediador intercultural con más de 6.000 menores magrebíes que han cruzado a España. "Hemos tenido muchos casos de chavales que han sufrido algún tipo de abuso sexual, pero es complicado abordar ese tema con ellos. Algunos se prostituían como única forma de sobrevivir. En Marruecos les roban la sexualidad", afirma Cabrera. "La mayoría de los perfiles que registramos de clientes que buscan este tipo de turismo sexual con niños son hombres europeos y de Estados Unidos", explica Med. "Estos tipos engañan y se aprovechan de los críos, primero ganándose su confianza. Saben de la desesperación en la que se encuentra el menor". El móvil de Med no deja de sonar. En la quinta llamada que descuelga le cuentan el caso de una adolescente discapacitada a la que ha violado un familiar. Al teléfono gratuito para urgencias de la asociación (+212 528 825 117) llegan cada día unas siete llamadas donde algún anónimo, vecino o familiar, les comunica que hay un menor al que han violado o se está prostituyendo en la calle.
"Aquí en el norte, desde 2011, hemos destapado más de 200 historias relacionadas con todo tipo de abusos sexuales hacia niños y hemos conseguido que 80 hombres acaben en prisión. El 30% eran turistas de España, Francia e Inglaterra", asegura Med, que también hace trabajo de campo. "Cuando recibo alguna denuncia, me desplazo hasta el lugar para buscar a la víctima, a su familia, e intentar convencerles para que denuncien. Después les damos ayuda jurídica y psicológica al menor. Aunque, algunas veces, no sirve de nada porque es la propia familia, muy pobre, la que guarda silencio o está prostituyendo al crío con algún vecino o familiar".
Aquí es donde entran las madres solteras de las casas bajas de la Kasba de Tánger. Mujeres invisibles para gran parte de la sociedad e instituciones marroquíes. Viven en un país con una ley que condenan las relaciones sexuales fuera del matrimonio y que las aparta cuando los hombres las abandonan con los hijos. Asociaciones como No toques a mi Hijo denuncian que muchos de los casos de violaciones de menores que ellos reciben vienen precisamente de estos entornos.
Dentro de la Kasba, una mujer, madre soltera de tres niñas pequeñas, nos cuenta que hay noches en las que algún hombre intenta entrar a su casa para violarla a ella o a sus hijas; y que a la niña de su vecina la violaron hace unos meses. Otra mujer, trabajadora social, explica que la realidad es aún mucho más dura. "Hay algunas mujeres que se prostituyen ellas y a sus hijos para poder comer. Aquí es como si no existieran, el Estado no las protege y los hombres las miran como apestadas, como si pudieran hacer lo que quieran con ellas".
Algunos de los hijos más pequeños de estas madres solteras van a la guardería de las monjas de Jesús María, en el antiguo convento franciscano de Tánger. Las religiosas también tienen una casa de acogida con un grupo niñas menores (de seis a 14 años) víctimas de maltrato, abandono y abusos sexuales. "Las agresiones a estas chicas se suelen dar dentro de la propia familia y del entorno", aseguran. El año pasado, en la región de Tánger, la policía marroquí creó una unidad especializada en la trata y prostitución de menores. "Somos muy pocos y no tenemos suficientes medios para investigar", protestan los agentes. Lo mismo ocurre en los juzgados, donde existe un tribunal específico que da atención a las mujeres y menores víctimas de la violencia sexual. "Es muy difícil determinar el número exacto de niños que se dedican a la prostitución.Los organismos institucionales (dependientes del estado) no trabajan en sinergia con las organizaciones no gubernamentales y la sociedad civil. Cada uno guarda los resultados de sus investigaciones, sin compararlos ni compartirlos", afirman desde la asociación No toques a mi hijo.
Hace cuatro años, un colaborador de la brigada de información de la policía marroquí se hizo pasar por extranjero para investigar las redes de prostitución infantil en Tánger. En el paseo marítimo, un proxeneta le ofreció un encuentro con "jovencitos". Logró entrar en uno de los apartamentos, detrás del hotel Solazur, donde le estaba esperando una mujer con velo. "Me dieron a elegir entre un niño de 13 años y otro de nueve. Escogí al más pequeño, que vivía en la Kasba, que me contó en la habitación que sus padres no sabían nada y que él lo hacía porque le habían prometido dinero", recuerda el investigador, que durante semanas comprobó como en las casas de la Kasba y en el callejón del Petit Socco también se ofrecían a niños para mantener relaciones sexuales. Pese a tener las suficientes pruebas y testimonios para acabar con toda la trata, la policía únicamente desmanteló y detuvo a la organización del proxeneta del piso frente a la playa.
El problema que también se encuentran los agentes marroquíes al investigar es que en sus archivos no tienen una lista negra con los antecedentes por pedofilia de los extranjeros que entran en el país. En 2016, el diario norteamericano Alburquerque Journal destapó que uno de los pederastas más buscados, un sacerdote y profesor de nombre Arthur Perrault, estaba viviendo en Marruecos. Arthur se había fugado en 1992 de EEUU, y su último paradero conocido ese año había sido la ciudad de Vancouver (Canadá). Tenía 36 denuncias por abusos sexuales a chicos menores de edad cuando ejercía de sacerdote en la Arquidiócesis de Santa Fe, en Alburquerque.
Arthur se encontraba viviendo en Tánger, dando clases de inglés a niños en la American Language Center. "Aquí se dedicaba a abusar de los menores que quieren emigrar y que no viven con sus familias. Todos eran niños, de 11 a 14 años, a los que pagaba hasta 50 euros", cuenta Med. "Localizamos a algunas víctimas, pero no quisieron hablar. Presentamos una denuncia conjunta junto con una organización americana, y la justicia de su país mandó una orden de detención internacional". El 13 de octubre, Perrault fue deportado.
En enero, en otra de las grandes ciudades de Marruecos, en Fez, 270 kilómetros al sur de Tánger, fue detenido un hombre francés de 58 años acusado de abusar sexualmente de dos niñas de 10 y 13 años. Días después, decenas de personas salieron a manifestarse por las calles de Fez denunciando la impunidad de un turismo sexual que se ha extendido por todo Marruecos.
Hasta un iman arrestado
Esta semana, en una aldea cercana a la ciudad de Temara, cerca de Rabat, un iman ha sido arrestado en la mezquita acusado de abusar sexualmente de seis niños a los que estaba enseñando el Corán. En la capital, en el mercadillo junto a la antigua medina, un comerciante también fue detenido por abusos a tres niños de nueve años. En un hammam (baño árabe) de provincia de Settat, un masajista ha sido denunciado por haber violado a una niña mientras le hacía un masaje. Y en la costa atlántica, en la ciudad de Essaouira, la policía ha arrestado este mes a un entrenador de monos acusado de violar a varios menores.
"Hay casos por todo el país, pero donde más invisibilizados están es en Marrakech, que ahora mismo es la capital del turismo sexual mundial, y por lo tanto también de la trata de niños", afirman varias asociaciones en defensa de la infancia. Precisamente en Marrakech, hace un par de años, dos periodistas de una televisión italiana fueron expulsados de Marruecos cuando estaban grabando un reportaje sobre la prostitución infantil en la ciudad roja. Los reporteros consiguieron grabar con una cámara oculta cómo en la plaza Jemaa El Fna una mujer les ofrecía tener relaciones sexuales con chicas menores de edad.
En Tánger, el último agujero negro de la prostitución infantil está en otro callejón, frente al mercado de pescado. A primera hora de la mañana, siempre hay algún menor durmiendo en la puerta de un garaje. Cuentan que por la noche, en los apartamentos de los edificios de esa calle, algunos hombres suben con los críos para mantener relaciones con ellos. Es un horror en todo el país. La gente está cansada de que Marruecos se haya convertido en un paraíso para pederastas, decían los vecinos de la ciudad de Fez tras la detención del último abusador, un francés. "Dejad de violar a nuestros hijos", gritaban.